En el año 2020 salió publicado en España un libro llamado El Método Bunbury escrito por Fernando Del Val que generó un debate especial acerca de su tema. En él, se "acusaba" al cantante español de utilizar casi 550 versos de distintos
poetas en más de 35 canciones de su carrera. Mario Benedetti, Fernando Arrabal, Amado Nervo y varios otros fueron utilizados para acompañar versos de canciones tanto de su etapa en Héroes del Silencio como en su carrera solista. La polémica que acompañó la publicación de este ensayo que llevó más de quince años de investigación fue la de preguntarse si este tipo de citas que hacía Bunbury eran plagio o bien "homenajes". El libro es una indagación sobre el límite que bordea la cita indirecta del plagio, pero no es menos importante pensar una tercera vía en este trabajo. Que efectivamente la búsqueda de versos "ajenos" sean parte de la inspiración.
Si a Bunbury le llegaba el mote de plagiador por esto, también debería aplicarse a Jorge Luis Borges.
Diez años antes de este libro de Del Val, la Biblioteca Nacional publicó un maravilloso corpus llamado "Borges, libros y lecturas" compilado por Laura Rosato y Germán Álvarez que compila y analiza las marcas y comentarios que nuestro bardo dejaba escritos en los libros que tenía en su casa y que donó en 1974. Cuando se realizó la presentación de su segunda edición, su director Alberto Manguel, dijo que la lectura precede siempre a toda la literatura, y que ese libro dejaba en claro que Borges hizo sus textos a partir de lo que leyó. A medida que se lee el libro (y gracias a la insistencia de mi amiga Sandra Bogado que me instó a comprarlo) comprendes que muchos fragmentos de sus cuentos o de sus ensayos aparecen originalmente en textos ajenos. Hay una cuenta de twitter (bueno, X ahora) llamada Ladrón de Sábado (@ladrondesabado) que utiliza semejantes recursos y los muestra comparándolos con el texto original, además de mostrar las ocasiones en que Borges se citaba a sí mismo. Pero no lo hace denunciando a Borges, sino mostrando todas las fuentes de inspiración.
Los métodos de trabajo de ambos son semejantes. La gran diferencia es que esta época y sobre todo los consumos de la época "obliga" al artista a ser siempre original. Y como bien decía Borges, la historia de la literatura comprende no
menos de cinco o seis tramas y que el resto son variantes con algunos detalles que hacen la diferencia.
Voy a ser un poco más claro: el tema que hay que buscar en este momento de la historia no es si los artistas hacen plagio, sino la de señalar el gataflorismo del consumidor que señala una película, una novela o un texto como plagio y que no hace "disfrutable" su consumo precisamente por esa señalización. Pocas semanas atrás he disfrutado "Anora" de Sean Baker, y recuerdo que muchas personas cuestionaban la película primero por una especie de "romantización del
trabajo sexual" y luego porque su historia era parecida a Mujer Bonita, de 1990. Sin embargo, hay varios elementos de ambas películas que también remiten a Cenicienta. Es decir, siempre hay una historia semejante que la precede.
El consumo actual de época deja a veces pocas alternativas: una de ellas es la de crear sagas, trilogías o temporadas, tanto de series y películas que giran sobre un mismo eje hasta su saturación. Crear una historia nueva es arriesgarse
a recorrer un camino que va a tener más señales de alerta que de esperanza. Los métodos varían, pero ya ven: Borges y Bunbury (con las enormes distancias que los separan) tenían sus caminos.
Pienso que el trabajo de un artista es justamente ese, ir por otro lado, animarse a caer en pozos, a ver las señales de alerta y aún así seguir. No faltarán quienes tengan los dedos afilados para señalar.
Algunas recomendaciones
La verdad, no suelo recomendar libros que tengan más de dos o tres años en el newsletter, pero a veces hay ocasiones en donde realmente amerita mostrar un buen libro que está al alcance de cualquiera. Y en este caso elegí la bellísima crónica de Daniel Riera “Ventrílocuos”, editada en 2012, que no solamente indaga dentro de este bello arte de hacer hablar a un muñeco sino que también lo protagoniza, porque Riera tuvo durante años su propio show con su muñeco y ambos eran Paco y Oliverio. Si bien he leído y deleitado con otros libros del autor como “La Menor”, "Travesuras Nazis” o su espectacular “García” a cuatro manos con Fernando Sánchez, me quedé con este por dos motivos: el primero y más importante: me encantó. El segundo y no menos importante: amo todo lo relacionado a los muñecos, los títeres o las marionetas simplemente por esa simple magia de darle movilidad y voz a algo que está quieto. El libro habla de un arte que se va alejando de sus tiempos dorados y que se lo asocia únicamente a dos nombres inseparables: Chasman y Chirolita. Y la ventriloquia argentina tiene muchos nombres todavía que se dedican incluso a trabajar para adultos. La crónica de Riera los rescata y los pone en presencia nuestra. Vemos sus alegrías, incomodidades, nervios y más. Pero también vemos el apego del artista frente a su muñeco y la relación entre ambos, como si fuesen hermanos, o padre e hijo. Riera nos mete en el alma de los ventrílocuos para que podamos entenderlos, y el libro es su logro.
Hace algunas semanas estaba en mi casa escuchando CDs que hace unos años no ponía. Generalmente eran bandas indie, de aquellas que nos enviaban a Flavia Angelo y a mí cuando hacíamos Volver Ni A Palos. Entre ellos encontré mi copa del “Vol. II” de Viaje A Ixtlan, que tiene su suite de 24 minutos “El Camino Blanco”. Tras deleitarme con el trabajo, me puse a buscar en bandcamp si había otros trabajos más del grupo aparte de ese. Y sí. La fortuna ha querido que llegase a mis oídos su último disco, llamado “División”. Tras un hiato de casi diez años en donde lanzaron singles y EP’s, el grupo liderado por Mariano Bertolazzi volvió al sonido stoner que los caracterizó. Y si bien el stoner es un género en donde predomina el tedio vestido de distorsión y porro, hay bandas que escapan al rótulo. Viaje A Ixtlan es una de ellas. En este disco, el sonido metalero le gana la psicodelia del disco anterior. No es para menos, una década de diferencia muestra cambios en las cosas. En este caso, además del sonido, hubo cambios de integrantes. Además de Bertolazzi en guitarra y voz, lo acompañan Andres Raffo en farfisa y sintetizadores, Federico Muta en batería y Cherman en bajo. Elijo tres temas para que se deleiten: “División”, “Rojo 5 AM” y “Ciento Once Íconos”.
Bonus track: Ayer, 4 de abril, se cumplieron 25 años del suicidio de Mirko Saric, promesa de San Lorenzo que fue víctima de una severa depresión causada por una lesión en los ligamentos cruzados, un pase frustrado a Real Madrid y conflictos personales con quien era su pareja. Desde que era joven siempre me interesó este caso, y me di el lujo de escribir una nota en El Gráfico sobre el tema. La pueden leer haciendo click acá.
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Nos vemos en una semana.
Te mando un abrazo.
Buen artículo, me lo ha recomendado Benedetta.
Lo incluyo en el Diario de Substack en español? Sobre su objetivo:
https://columnas.substack.com/p/bienvenido-a-columnas-el-diario-de
Para ser honesta, debido a mi familia escuché primero Héroes del Silencio cuando tenía apenas edad para entender las letras, creo que tendría como cinco años. Me encantaban. Aún me encantan. Siempre encuentro algo de valor cada vez que escucho una de sus canciones. Más adelante, fueron quienes me guiaron hacia la literatura. Bunbury siempre se ha mostrado como un lector ávido y de alguna manera fui influenciada.
Siempre he pensado que se le juzgó terriblemente. Para mí, la literatura y la música están plenamente ligadas, no entiendo por qué habrían de separarse como dos viejos enemigos. Y eso es lo que encuentro en la música de Bunbury, un puente hacia las letras, hacia los grandes clásicos.
Concuerdo contigo con respecto al riesgo del artista, que debe haberlo para que haya una creación. Últimamente, con la constante censura dada hasta por la más nimia cosa, se corre el riesgo de perder el riesgo, de atreverse, de lanzarse a la creatividad como de un paracaídas. Creo que sería sumamente triste para el arte y el artista.
¡Saludos!