Días atrás, estuve leyendo un artículo de Tomás Trape -uno de los artífices de Cabaret Voltaire, quizás el mejor streaming nacional- en donde hablaba de la celebración narcisista y performática (esto lo agrego yo) de exigirle a un artista una opinión política.
El texto ubica como ejes a Emilia Mernes y a Fito Páez, una por no opinar y el otro “porque dice lo que se supone no tiene que decir”, pero en realidad está dirigido a una generación criada a base de redes sociales en vez de tener un libro a mano. Hace poco hablaba con mi compañera respecto a situaciones en donde bebés de un año o año y pico ya tienen un celular en la mano a manera de juguete, descartando al mismo juguete como forma de contacto con el mundo. El juguete como tal es un objeto que estimula la imaginación. El celular la bloquea, le entrega las imágenes y los colores que estimulan su cerebro, y ya de más grande lo estimula a pensar lo que ahí aparece. Si bien esto no tiene que ver con el texto de Trape, sí encuentro algo en común, que es la ausencia de una “educación lectora”: el uso del celular y con ello el consumo in extremis de redes sociales, delega a ese único espacio la verdad, la mentira, los gustos, los rechazos, el amor y el odio: lo que yo piense es lo real y nadie me va a hacer cambiar de parecer.
Y en ese único espacio, todas las expresiones aparecen. No importa si la obra artística es buena o mala, importa si ese artista es afín a mí. Yo, que no sé agarrar un instrumento sin mandarme cagadas, necesito vincularme de alguna manera a Fito Páez, o cualquiera que sea.
La lectura del texto de Trape me hizo disparar la siguiente pregunta: se le pide opinión política al artista, pero ¿le piden arte al artista? Mi texto, que se limita solamente a las redes sociales y artistas argentinos, anticipa una probable respuesta: No.
La obra artística es una hendija de luz. Luquitas Rodríguez dice muchas veces, y yo asiento, que el arte es un mensajero de la Verdad, y que está en el receptor abrirse a esa epifanía. El consumo actual, con su “necesidad” de crítica y su hambre de opinión, posterga paradójicamente el pensamiento y su proceso. La obra de arte, en estos tiempos de pereza -que busca que otro piense por nosotros-, amenaza contra “la vida moderna, la velocidad” como decía Adolfo Bioy Casares.
El usuario no le pide obra al artista porque teme no entenderla o porque -peor todavía- no le interesa. Hay pocos que se destacan por una obra actual y que están presentes en la vida cotidiana de las redes: Mariana Enríquez, Samantha Schweblin, Lali, Dillom. Seguramente me olvide de otros nombres, pero muchos de ellos (entre los que están Fito Páez), se dejaron consumir por esta red performática que captura al artista y lo pasa al degüello o a la aprobación. El arte es ese apéndice que le dio relevancia.
¿Qué queda entonces? Seguir escribiendo, seguir intentando hacer música, películas, arte en general, no como una excusa para ser relevante sino como una trinchera ante el acecho de la velocidad.
Algunas recomendaciones
En una reseña dedicada a “Ukelele Songs” de Eddie Vedder, el periodista se preguntaba cuántas canciones puede soportar alguien escuchando ese instrumento del demonio. Y dijo 17, que eran las que integraban ese disco. Observando sus duraciones, comprobé que los temas tenían una duración aproximada de dos minutos y medio cada uno, en casi 35 minutos. Es decir, eran canciones que encontraron en esa basura de instrumento un tiempo adecuado hasta reducirlo a su mínima y necesaria expresión. La misma pregunta me hago con lo siguiente: ¿Cuántos poemas de amor soporta un lector? Y respondo: los necesarios mientras el escrito tenga ese mínimo posible. Por eso, tras leer los 111 brevísimos textos que conforman “Rincón” de Pablo Marchetti, encontré un bellísimo opus dedicado al amor. Si bien el libro, editado por Milena Caserola, tiene cuatro años, no pierde vigencia básicamente porque el tema siempre está. El amor es un rincón en donde buscamos la comodidad de quien amamos, y en ese espacio los códigos comunes son permitidos. El libro reboza de versos románticos, pero no llega al absurdo de la cursilería porque Marchetti sabe dónde encontrar su límite. Dedicado a su pareja Laura Szerman (quien justamente escribió “No es cursi si duele”), se puede leer salteando de poema en poema, aunque tenga su orden. El libro solamente tiene el código del amor en sus páginas, como si el exterior fuera una anécdota entre esos amantes. Y ese es un logro. Aquí les comparto tres poemas:
XXVI el sol abre sus fauces amanece y el cielo se despereza manso y recién bañado el día de tan desnudo te copia. LXVII despierto y ya no estás la cama tan ancha y no lugar me empuja a la mañana sin patria y sin mejillas. CIX ¿en qué rincón del mundo volveremos a vernos ahora que ya es tarde ahora que ya es noche ahora que ya es siempre?
Hemos hablado en más de una ocasión de Christian Van Lacke sea como solista o bien participando en algún disco, pero este notable guitarrista también tiene sus bandas. Tlön quizás sea la más conocida (cuyo uno de sus integrantes fue Walo Carrillo, baterista de la notable Tarkus), pero desde 2019 junto con Max Álvarez (de Ambassador) en el bajo y Rolando Castello Junior (Aeroblus) en batería formaron Rompenubes, una gran banda de hard rock que lleva editados dos discos: “Rompenubes”, de 2020, y “Rompenubes 2”, lanzado hace tres semanas por Viajero Inmóvil. Ambos trabajos, de seis canciones cada uno, continúan un sonido común que es el del rock pesado latinoamericano, de los que Tarkus y Aeroblus fueron algunos nombres de calidad. Para quienes siguen gustando del rock que insiste en buscar sonidos psicodélicos, este trabajo es casi una obligación. La idea de que el rock ha muerto o que está hecho un viejo gagá viene de parte de personas que creen que Juanse o sus fanáticos lo son, pero en general el mejor rock que se toca está bastante al margen de esos prejuicios. El tema central de esta entrega, pedirles arte a los artistas, se salva cuando aparecen discos como estos que intentan hacer algo (ni siquiera otra cosa, sino algo) en medio de tanta incertidumbre. De este trabajo elijo los temas “Océanos”, “Grito Animal” y “Absenta”.
Antes de finalizar, para mi es muy importante anunciarles que mi próximo libro de poemas, “La noche tiene dagas”, está en proceso de edición y que para agosto ya tendré las primeras copias. Para poder llegar a más gente, acudo a ustedes para que lo reservan. Cuesta $10.000 argentinos y pueden hacer una transferencia desde este alias: BOLA.UVA.MULATO perteneciente al Banco Ciudad. En cambio, si prefieren el cara a cara, con solo escribirme y arreglar un acercamiento, es suficiente. No saben lo muchísimo que están logrando con ese gesto, de verdad. Les comparto dos poemas de la segunda sección del libro para que entren en tema:
3 las lunas del pasado le habitan y sus ojos cargan heridas como historias eligen callar porque todavía no saben gritar 6 las heridas y la piel un día se acostumbran a estar juntas pero no debo acostumbrarme a las heridas
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